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Una amiga me escribe. Es joven pero tras ocho años de relación dice que quizás esté tan triste porque el amor no es perfecto ni maravilloso. Y yo aunque no se lo digo ... pienso y si fuera que el Amor se Acaba ... siempre se Acaba .. como la fiesta de la zurda de ayer, que después de ida sólo deja un resabio de vacío...
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40 años. Yo aún por delante un año y cuatro meses menos algunos días. Ella algunos regalos: un collar de inspiración africana elegido con pésimo gusto, un tanga morado de la misma, una cartera bonita pero a la que le sobraban los brillantes, eso de otra, qué poco conocen a la zurda, un colgante que era un minúsculo elefante en plata con la suerte de la trompa alzada; y eso una amiga de la infancia, una que estuvo al borde de la muerte y vio el tunel y la luz y a la zurda al otro lado, y que tiene un amor secreto, que parece un secreto a voces porque no deja de sonreír y que a la zurda le encantó; sobre todo porque antes la rubia sacó una pistola de juguete del bolso que disparaba disparos intergalácticos... como la zurda les dijo a todas que íbamos de cacería... y con la que yo casi sin querer le provoqué un buen disgusto a un niño. Verás, si por hacer la gracia... todavía voy a tener que llevarle al psicólogo, dije. Y un regalo a medias de otras dos, que vinieron juntas porque eran amigas y a esta edad nuestra ya se sabe y sobre todo siendo todas tan pueblerinas, y ese precioso... y al final fuimos siete para esa cena regada con canei y donde hubo algún plato muy sabroso y rico, y no ninguna cacería. Al menos a mí delante de ellas jamás me habría apetecido y las otras eran sosas, sosas hasta de guardar como un domingo. Luego la zurda dice de mí pero yo en mi ciudad me cuido mucho y podré bailar bajo el fuego del calypso en otras pero nunca en la mía. Mira, algo nuevo que he aprehendido, a mojarme sólo por aquello que merece la pena. Al menos cuando no estoy muy borracha y sólo con un poco de cuidado lo puedo evitar.
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Y un secreto, que no era un secreto, que quiso más bien ser una confidencia y yo sabía que sólo iba a ser otro puto chisme: estoy enrollada con un médico. Eso dijo aquella cliente con el tatuaje de los dos delfines. Y no, no lo estoy, que más hubiera querido yo. Una mirada de él por la otra acera con casi desprecio pero absurdo por inmerecido porque el hombre que me acompañaba sólo era mi masajista, el que me está ayudando con lo peor de mí, el mal estado de mis cérvicales y de mis fibras. Y antes una pieza de bollería rellena de cabello de ángel, que me como con placer en un banco frente al de él. Y también una idea. C. dice que no le desee la muerte a nadie. Y entonces pienso yo: pues que me ayude, ya no que me enseñe sólo defensa personal, que sea el mismo el que intimide a ese individuo aborrecible. C. es portero de discoteca también en sus noches libres y yo le estoy arreglando eso del amor... o estoy en puertas de hacerlo. Me urge tanto que se enamore ciegamente de otra. Pero también que piense que para conservarla... me necesita a mí porque él, aunque casi me parezca mentira, me llama amiga y ayer le sentí al otro lado del teléfono preocuparse por mí. Entonces le digo: a ti lo que te ocurre es que no sabes tratar a las mujeres. Confía en mí que te voy a enseñar. Y en eso estamos. Le dicté un mensaje corto para esa mujer que él tanto quiso, uno con mucha intriga y ella reaccionó casi al minuto y después de tanto silencio. Le impuse como condición que no le contestara y que me diera de tiempo hasta el martes en que hemos quedado para lo de mi masaje y la magia... si otra vez ocurre y para reinventarme algo entonces, en ese vuelo que tengo previsto, pero bastará con algo que de momento solucione la cuestión de la intriga.
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Y entonces un cuarzo nuevo y transparente pero preñado de exiguas imperfecciones del color del trébol de la quiastolita. La quiastolita es otro asunto. No sirve para la magia o a mí colgarlo del cuello no me ha sentado bien que se diga. De todas formas para el pueblo celta más bien significaba algo diferente. Era esa cruz de las hadas que les ayudaba a reconocerse entre sí cuando se encontraban con iguales alejados de sus tierras. El salvoconducto del viajero.
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Y un mensaje de un no amante, no amigo, no amor, el único amante, ''amigo'', ''amor'', a fecha actual de la zurda. Dice: 'Me gustaría seguir leyéndote'.
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Y más tarde ese hombre y yo hablamos de follar y no follar. Y también de que en estos 20 últimos años yo regreso una y otra vez a su cabeza o él a mi vida.
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Y una canción: 'Sunday' de Sonic Youth. Rasgado de guitarras como una huella indeleble en el ánimo y luego más música... tan distinta de la del hombre con las horas contadas. Aunque..
2 comentarios
Limo -
Devorador de montes -
(que post más idiota me ha salido...)